Vigilante en su Santuario Nacional de Nuestra Señora de Regla, la virgen negra de Cuba acoge a su pueblo. Nuestra Señora de Regla, Reglita de cariño o simplemente Yemaya, por su fusión con la cultura africana, bendice a quienes acuden buscando amparo en todos sus empeños.
Entronada en la bahía de La Habana, al lado opuesto a la ciudad, en el barrio que lleva su nombre, el ruido de los motores de una lancha de pasajeros en la que se atraviesa el mar para alcanzarla, despierta los anhelos y esperanzas de sus debotos. Por tradición se arroja al agua, desde la embarcación, una moneda dorada de un peso o un peso “macho”, en la ida y en el regreso y así contar con su permiso para surcar el mar de la isla en busca de nuevos horizontes.
El templo fue construido desde 1714 en plaza de pescadores y marineros. Actualmente puede ser visitado todos los días del año. A este lugar acuden sus hijos vestidos de azul, con siete príncipes negros y una vela encendida como ofrendas, a cambio de salud y fuerza para continuar con los empeños cotidianos. Cada día 7 de septiembre, en su fiesta patronal un tumulto de feligreses no dejan pasar la ocasión y visita el lugar. Incluso en los últimos años se ha retomado el paseo en andas de la Virgen de Regla por las calles cercanas a la iglesia, procesión en la que se mezclan negros y blancos, católicos, santeros, paleros y cualquier otra denominación religiosa, todos unidos en el amor a Reglita, la madre de Cristo, quien lo engendró y cuidó hasta sus últimos días.
Una bóveda celeste cubre el altar principal, que por su inmensidad y detalles arquitectónicos sobrecogen a quienes descansan en los bancos después de la travesía para arribar a la boca del puerto, ya sea por mar o por tierra.
Dentro del recinto podemos inclinarnos ante los principales santos y santas de nuestra tradición religiosa: La Caridad del Cobre, San Lázaro, La Virgen de Las Mercedes y Santa Bárbara. Se endosa además, como reliquia, el púlpito sobre el que el ilustre pensador y fundador de nuestra nación Félix Varela, ofreciera un discurso a los compatriotas el día 7 de septiembre de 1817.
La Virgen de Regla, identificada con los cubanos no sólo por su tez morena sino por su carácter y voluntad, esta en la plegaria de la madre por su hijo, en el deseo de vencer cada dificultad y obstáculo, en el ardor de cada nueva pasión. Algunos llegan hasta el Puerto de La Habana a venerarla, los que por la distancia no pueden, ponen una carta en el mar con la encomienda de que sea recibida por la Madre de Dios, con la misma fe y esperanza.
O simplemente como mi abuela, tienen a la Virgen de Regla encima de su escaparate para tirarle besos y cortarle rosas del jardín, a la vez que rezarle entredientes cada noche, frases que no se logran escuchar pero que, seguramente son frases de amor. Amor que hoy yo también prodigo hacia ella.